Breve Tratado sobre la Felicidad.
Uno de los ejercicios preferidos de mi profesora de teatro era el llamado "crazy dance". Básicamente consistía en saltar lo más enérgicamente repetidas veces, soltando todos los músculos del cuerpo, como si éste estuviera hecho de masa de fideos (cocida). El movimiento se asemeja al que hacemos entre los 4 y 10 años cuando nuestra mamá no nos da bola, y nos ponemos a saltar en la cocina.
Hace un rato, cuando volvía caminando a mi casa, venía en frente mío un hombrecito de unos cuatro o cinco años, de la mano del padre o hermano. No venían caminando... y "salticando" no es tampoco la palabra. Lo más parecido que conozco a lo que venían haciendo, por la vereda, es el "crazy dance". Modesto, pero sostenido. Yo no podía ver la cara del hombrecito, pero desde atrás nomás se le notaba que era el más feliz del mundo. Y su padre/hermano también. Yo también lo habría sido.
Una cuadra más adelante me cedieron el paso al cruzar la barrera, y los perdí de vista. Pero entrando a mi casa los vi otra vez; se ve que el andar los había cansado, y el hombrecito montaba, satisfecho, los hombros de su acompañante. Al sacar la basura pude verlos durante otro breve instante: sus manos agarradas, iban moviendo los brazos bailando a vaya saber qué ritmo.