domingo, abril 17, 2005

popes

Si blogueara probablemente comentaría esta nota de Clarín sobre algunas de las sórdidas joyitas de la historia del Papado.
No podría evitar recordar uno de los primeros cuentos del Decamerón (*) de Bocaccio (la Novela Segunda, en la Primera Jornada). En él, el judío Abraham es animado por su amigo Giannotto de Civigní para convertirse al catolicismo. Tanto le rompe las pelotas Gianotto con eso de salvar su alma abrazando la verdadera fe, que nuestro protagonista decide ir a Roma a ver cómo es la cosa esta del cristianismo. Ante esto, al Gianotto se le llena el c*lo de preguntas: supone que su paisano compadre, al ver el "licencioso" estilo de vida de los cardenales y obispos, lo mandará a freir churros definitivamente. Pero nada de eso: Abraham, ni bien vuelve a París, no termina de desensillar la mula que ya va y se hace cristiano. Su genial argumento es que, por lo que había podido ver,
"con todo ingenio y con todo arte me parece que vuestro pastor, y después todos los otros, se esfuerzan en reducir a la nada y expulsar del mundo a la religión cristiana, allí donde deberían ser su fundamento y sostén. Y porque veo que no sucede aquello en lo que se esfuerzan sino que vuestra religión aumenta y más luciente y clara se vuelve, me parece discernir justamente que el Espíritu Santo es su fundamento y sostén, como de más verdadera y más santa que ninguna otra"

((en otras palabras - para la apurada lectora - : "he visto que hacen tanto para hundir tu religión - aquellos mismos que deberían ser sus defensores - que si ésta se mantiene en pie a pesar de ellos, sospecho que debe ser la verdadera))

* más sobre esta obra, acá.